Nuestra historia

Todo comenzó en 2017, en una noche cálida de Bali.
Canggu. Una fiesta en la playa. Música, risas, arena… y un cruce de miradas que, aunque fugaz, parecía tener destino.
Iván venía de vivir un año en Filipinas. Bali era su última parada antes de regresar a España.
Hoola, que estaba de vacaciones, al día siguiente volaba precisamente a Filipinas.
Solo compartieron unas horas.
Una conversación sin filtros, una risa compartida, el tipo de conexión que no hace ruido, pero deja huella.
Un hilo invisible, suave y persistente.
A pesar de la distancia, seguimos en contacto.
Conversaciones sueltas, complicidad creciente, una sensación mutua: esto no termina aquí.
Cuando Iván volvió a España, la vida comenzó a pesarle.
Después de tantos meses viajando, de vivir con libertad y propósito, el regreso se sentía como ponerse una vida que ya no encajaba.
Necesitaba aire, emoción, volver a sentirse vivo.
Y en medio de esa inquietud, le escribió a Hoola con una propuesta tan arriesgada como sincera:

“¿Y si hacemos un viaje juntos?”

Apenas se conocían.
Pero a veces, lo que no tiene lógica, tiene sentido.

Hoola, nacida y criada en Maldivas, trabajaba en uno de los resorts más exclusivos del país.
Le quedaban 40 días libres. Y decidió compartirlos con Iván.
El destino: Sri Lanka.
Un país que ella conocía bien por cercanía. Un mundo totalmente nuevo para él.
Recorrieron selvas, templos, playas infinitas.
Vieron elefantes al amanecer, compartieron tés especiados en estaciones perdidas, se miraron en trenes lentos que parecían detener el tiempo.
Y después, regresaron a donde todo había empezado: Bali.
Allí, entre desayunos sin prisa, motos bajo la lluvia y cenas frente al mar, nació algo más profundo.
Los primeros sentimientos. Las primeras certezas.
Y una noche, entre copas de vino y preguntas abiertas, surgió una conversación que lo cambiaría todo:

“Si pudieras crear cualquier cosa… ¿qué harías?”

Hoola no lo dudó:

“Una agencia de viajes. Porque servir a los demás es lo único que conozco.”

Lo dijo desde el corazón. Después de años dedicándose con amor y cuidado a quienes llegaban a Maldivas en busca de algo especial.
Sabía escuchar, cuidar, acompañar. Y eso, sin saberlo, ya era el alma de Kakuni.
Y eso, también, fue lo que hizo que Iván se enamorara.

Así nació Kakuni.
No como un negocio. Sino como un gesto de amor, de confianza y de futuro compartido.
Lo que siguió fueron reencuentros en lugares que también se volvieron parte de nuestra historia:
Tailandia, más Bali, más Sri Lanka, Vietnam, Dubái, Turquía, Malasia…
Trabajo en islas remotas, llamadas con mala conexión, despedidas en aeropuertos.
Y siempre, esa certeza silenciosa: esto vale la pena.
Durante años vivimos en lugares distintos. Hasta que, en 2022, por fin, dejamos de vivir a contratiempo.
Hoola dejó su trabajo como butler en Maldivas y se mudó a España.
Y empezamos a construir una vida juntos, y con ella, nuestra agencia.
Desde entonces, Kakuni ha crecido con nosotros.
Cada año, volvemos juntos a Maldivas, el lugar donde nació Hoola y que hoy es también parte de nuestro hogar.
Recorremos islas locales, visitamos resorts, hablamos con quienes nos reciben como familia.
No vamos solo a crear contenido. Vamos para volver a sentir lo que ofrecemos.
Para confirmar que cada lugar que recomendamos sigue teniendo alma.
Para mirar con los mismos ojos con los que miran nuestras parejas cuando planean su gran viaje.

Hoola conoce Maldivas como pocas personas. Ha vivido su hospitalidad desde dentro, y la ha redescubierto ahora como viajera, junto a Iván.
Iván, mientras tanto, construye desde lo invisible. Diseña la web, crea procesos, automatiza tareas. Pero no para crecer más, sino para cuidar más.
Para dedicar más tiempo a lo que de verdad importa: escuchar, orientar, acompañar.
Porque Iván siempre ha sido así:
curioso, perfeccionista, con esa mezcla de alma viajera y mente creativa.
Y porque en Kakuni, todo lo que se ve por fuera, está sostenido por mucho amor por dentro.
En 2024, volvimos a hacer las maletas.
Un año entero viajando por Asia:
Maldivas, Sri Lanka, Tailandia, Vietnam, Bali, Lombok, Malasia…
No fuimos a buscar destinos para vender.
Fuimos a recordar por qué empezamos todo esto.
A vivir con los mismos ojos con los que viajan nuestras parejas.
Porque Kakuni no es una agencia de viajes.
Es una historia.
La nuestra.
Y, quizá, también el comienzo de la tuya.
Nos encantaría ayudarte a escribirla.

Shahoola (Hoola)

Shahoola (Hoola)

Founder

Siendo maldiva y con más de una década de experiencia en la industria hotelera de lujo, siempre soñé con hacer algo relacionado con los viajes y el turismo en mi hermoso país.

Tuve la suerte de trabajar con algunas de las marcas más reconocidas del mundo —como Hilton, Minor International, One\&Only, Six Senses y Jumeirah— como mayordoma y conserje personal en Maldivas.
Durante esos años, descubrí el verdadero arte de servir: anticipar necesidades, cuidar los más mínimos detalles, crear momentos difíciles de describir… pero imposibles de olvidar.
Recibí el reconocimiento de muchos huéspedes, pero lo que realmente me marcó fue ver cómo una experiencia puede convertirse en un recuerdo eterno.
Desde entonces, ese se convirtió en mi propósito: crear algo que se sienta. Que permanezca. Que no necesite palabras.

Mi infancia fue una historia aparte. Pasaba los días en la playa como un kakuni —un pequeño cangrejo— junto a mis hermanos.
Después del desayuno que preparaba mi madre, Mashuni & Roshi, salíamos corriendo descalzos por la arena blanca, trepábamos a las palmeras, saltábamos desde los bohkuraas (barcos tradicionales de madera), surfeábamos sobre tablas improvisadas y observábamos a mis hermanos sumergirse hasta desaparecer bajo el azul.

Esos recuerdos no se borran.
Y son ellos los que, años después, me inspiraron a abrir mi propia agencia de viajes.
Quería que otras personas —de otros mundos— pudieran sentir aunque sea un instante de esa magia.
Esa libertad.
Esa nostalgia pura que no se compra ni se planea, pero que te acompaña toda la vida.
Esta es mi historia.
Y es también el alma de Kakuni.

Ivan

Ivan

Co-Founder

Aunque me gradué como ingeniero industrial, pronto me di cuenta de que no quería una vida en oficinas.
Renuncié a mi trabajo en consultoría y dejé atrás la ciudad y sus rutinas.
No estaba persiguiendo el dinero.
Estaba buscando algo que no sabía poner en palabras: espacios abiertos, calma, comunidad… pertenencia.
Gente que viviera diferente. Que valorara otras cosas. Que sintiera como yo.

Siempre he soñado en grande. Me gusta tomar riesgos. Explorar caminos por mi cuenta. Y esa búsqueda me llevó al otro lado del mundo —al corazón de Asia.
Viví en Filipinas durante un tiempo.
Y allí me di cuenta de algo que cambió mi forma de ver la vida:
“¿Cómo pueden los locales vivir con tan poco y, sin embargo, tener tanta gratitud hacia la vida?”
Desde entonces, intento recordarme —y recordarle a quienes me rodean— que la felicidad no está en lo que se tiene, sino en cómo se vive.

Mi amor por el océano me llevó a Indonesia, donde, en uno de mis viajes de surf, conocí a Hoola. Desde el primer día, supimos que compartíamos algo esencial: el deseo de quedarnos en Asia, de construir una vida distinta, sin mapas tradicionales.
Ese camino me llevó a Maldivas, Sri Lanka, y a enamorarme profundamente del mar.
Durante un tiempo, incluso me formé como instructor de buceo.
Para mí, el paraíso es una inmersión en apnea al amanecer, una ola al atardecer y una noche estrellada en la azotea de un barco.
Eso es libertad.
Eso es vida.

Y es desde ese lugar —esa conexión profunda con la naturaleza, el océano y las personas— que decidí formar parte de Kakuni Travels.
Porque no quería simplemente crear viajes.
Quería crear experiencias que devolvieran algo al mundo.
A la comunidad.
A la Madre Naturaleza.
Esta es mi historia.
Y también es parte del alma de Kakuni.